Después de muchos años, Trump ha incluido una vez más "dividendos arancelarios" en su agenda económica. Afirmó que planea usar los ingresos arancelarios para pagar a algunos estadounidenses, y este compromiso parece no ser solo una estrategia de campaña, sino parte de su política comercial y fiscal.
Mientras que los ingresos arancelarios proporcionan una nueva fuente para el tesoro, el costo de convertirlo en efectivo podría ser extremadamente alto. Algunos economistas predicen que si el programa se implementa completamente, podría llevar a gastos de cientos de miles de millones de dólares. Algunas instituciones estiman que si todos reciben $2000, el total podría superar con creces la escala sostenible de los ingresos arancelarios en sí.
Similar a la práctica pasada de emitir cheques de estímulo (como durante el período de COVID-19), los críticos señalan que la distribución masiva de efectivo puede reavivar las presiones inflacionarias. El momento de la emisión del dividendo de Trump también ha suscitado reflexiones sobre los efectos históricos de la política monetaria y el estímulo fiscal.
Desde una perspectiva política, esta es una estrategia típica de votación. Distribuir efectivo directamente a los votantes de ingresos medios se espera que mejore la base de popularidad de Trump alrededor de 2026. Además, este momento (alrededor de las elecciones de medio término) también es muy sensible y probablemente podría usarse como una estrategia para atraer votos.
A pesar del atractivo del plan de dividendo arancelario de Trump, su realización sigue estando plagada de incertidumbre. Hay desafíos significativos a nivel legislativo, judicial y fiscal. Si se implementa, sería un gran beneficio para el grupo de ingresos medios; sin embargo, si falla, podría resultar ser meramente un truco político. Los próximos meses hasta mediados de 2026 serán cruciales para poner a prueba la veracidad de esta política.
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