Cuando era niño, seguía a mi padre a la ciudad a vender sandías. Tenía miedo de que mis compañeros de clase me vieran, así que me esforzaba por esconderme, todo el camino con el corazón en la garganta. Ahora que lo pienso, ese camino estaba lleno de árboles verdes y el sol brillaba con fuerza. Si no hubiera tenido miedo de enfrentar mis imperfecciones, seguramente habría visto muchas cosas hermosas.
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Cuando era niño, seguía a mi padre a la ciudad a vender sandías. Tenía miedo de que mis compañeros de clase me vieran, así que me esforzaba por esconderme, todo el camino con el corazón en la garganta. Ahora que lo pienso, ese camino estaba lleno de árboles verdes y el sol brillaba con fuerza. Si no hubiera tenido miedo de enfrentar mis imperfecciones, seguramente habría visto muchas cosas hermosas.