En el mapa financiero global, se está llevando a cabo una transformación silenciosa. Con la proliferación de las monedas estables, los países de mercados emergentes enfrentan desafíos económicos sin precedentes. Este "dólar invisible" digital está cambiando sigilosamente el comportamiento financiero de las personas, impactando el sistema monetario tradicional.
Recientemente, un informe publicado por Moody's revela una realidad inquietante: la aplicación global de las monedas estables está socavando las bases económicas de los mercados emergentes. A diferencia de la dolarización tradicional que requiere efectivo físico, las monedas estables solo necesitan un teléfono inteligente para su uso generalizado. En Venezuela, cuando la moneda local, el bolívar, se depreció drásticamente, muchas empresas comenzaron a pagar salarios en USDT, lo que provocó un aumento del 400% en el volumen de transacciones de monedas estables. Los ciudadanos de Argentina incluso han comenzado a pagar el alquiler con USDT, lo que ha llevado al país a situarse en el quinto lugar mundial en la compra de monedas estables. El volumen de transacciones de monedas estables en la región africana ha crecido casi 12 veces en los últimos dos años, convirtiéndose en una nueva forma de eludir los sistemas de liquidación tradicionales en el comercio transfronterizo.
Esta tendencia representa un desafío serio para los bancos centrales de los países emergentes. Las herramientas tradicionales de política monetaria están perdiendo eficacia: incluso si los bancos centrales aumentan las tasas de interés, la población tiende a mantener monedas estables para evitar riesgos; las medidas de control de capital también se vuelven ineficaces debido a la naturaleza descentralizada de la tecnología blockchain. Más preocupante es que la posesión de grandes cantidades de monedas estables puede ocultar la realidad económica, llevando a un error de juicio del gobierno sobre el grado de inflación.
El auge de las monedas estables no es solo un fenómeno económico, sino que refleja una compleja lucha geopolítica. Actualmente, el 90% de las monedas estables del mundo están vinculadas al dólar, lo que significa que Estados Unidos ha extendido su influencia financiera a cada smartphone en los mercados emergentes a través de la tecnología digital. Ante esta situación, la Unión Europea está acelerando el avance del proyecto del euro digital para hacer frente al impacto de las monedas digitales privadas sobre el sistema financiero tradicional.
Para los países de mercados emergentes, enfrentar los desafíos que presentan las monedas estables se ha convertido en un dilema. Por un lado, prohibir las monedas estables podría hacer que se queden atrás en la revolución de la tecnología blockchain; por otro lado, no hacer nada podría llevar a una pérdida gradual de la soberanía monetaria. En esta transformación financiera silenciosa, los gobiernos de los países necesitan sopesar con prudencia y establecer políticas monetarias que se adapten a la nueva era, para mantener la estabilidad económica y los intereses nacionales.
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En el mapa financiero global, se está llevando a cabo una transformación silenciosa. Con la proliferación de las monedas estables, los países de mercados emergentes enfrentan desafíos económicos sin precedentes. Este "dólar invisible" digital está cambiando sigilosamente el comportamiento financiero de las personas, impactando el sistema monetario tradicional.
Recientemente, un informe publicado por Moody's revela una realidad inquietante: la aplicación global de las monedas estables está socavando las bases económicas de los mercados emergentes. A diferencia de la dolarización tradicional que requiere efectivo físico, las monedas estables solo necesitan un teléfono inteligente para su uso generalizado. En Venezuela, cuando la moneda local, el bolívar, se depreció drásticamente, muchas empresas comenzaron a pagar salarios en USDT, lo que provocó un aumento del 400% en el volumen de transacciones de monedas estables. Los ciudadanos de Argentina incluso han comenzado a pagar el alquiler con USDT, lo que ha llevado al país a situarse en el quinto lugar mundial en la compra de monedas estables. El volumen de transacciones de monedas estables en la región africana ha crecido casi 12 veces en los últimos dos años, convirtiéndose en una nueva forma de eludir los sistemas de liquidación tradicionales en el comercio transfronterizo.
Esta tendencia representa un desafío serio para los bancos centrales de los países emergentes. Las herramientas tradicionales de política monetaria están perdiendo eficacia: incluso si los bancos centrales aumentan las tasas de interés, la población tiende a mantener monedas estables para evitar riesgos; las medidas de control de capital también se vuelven ineficaces debido a la naturaleza descentralizada de la tecnología blockchain. Más preocupante es que la posesión de grandes cantidades de monedas estables puede ocultar la realidad económica, llevando a un error de juicio del gobierno sobre el grado de inflación.
El auge de las monedas estables no es solo un fenómeno económico, sino que refleja una compleja lucha geopolítica. Actualmente, el 90% de las monedas estables del mundo están vinculadas al dólar, lo que significa que Estados Unidos ha extendido su influencia financiera a cada smartphone en los mercados emergentes a través de la tecnología digital. Ante esta situación, la Unión Europea está acelerando el avance del proyecto del euro digital para hacer frente al impacto de las monedas digitales privadas sobre el sistema financiero tradicional.
Para los países de mercados emergentes, enfrentar los desafíos que presentan las monedas estables se ha convertido en un dilema. Por un lado, prohibir las monedas estables podría hacer que se queden atrás en la revolución de la tecnología blockchain; por otro lado, no hacer nada podría llevar a una pérdida gradual de la soberanía monetaria. En esta transformación financiera silenciosa, los gobiernos de los países necesitan sopesar con prudencia y establecer políticas monetarias que se adapten a la nueva era, para mantener la estabilidad económica y los intereses nacionales.