La situación fiscal de Estados Unidos acaba de alcanzar un nuevo hito —y no precisamente uno bueno. El déficit de octubre ascendió a 284.400 millones de dólares, convirtiéndose en el peor octubre registrado hasta la fecha. Estamos viendo cómo los niveles de deuda se disparan a un territorio que habría parecido impensable hace una década. Para quienes siguen las tendencias macroeconómicas, este tipo de presión fiscal suele desencadenar cambios en la percepción de los inversores sobre los activos duros. Cuando los sistemas tradicionales muestran grietas, las alternativas empiezan a parecer más atractivas. Los números no mienten: estamos en aguas desconocidas.