La Reserva Federal podría estar a punto de recibir al presidente más "rebelde" de su historia.
Si el nombre de Kevin Hassett termina ocupando ese asiento, es posible que haya que reescribir las reglas del juego para los bancos centrales de todo el mundo: la lógica económica de este tipo va en una línea completamente paralela a la de la Reserva Federal tradicional. Mientras otros vigilan los datos del IPC para ajustar los tipos de interés, él solo tiene ojos para los incentivos fiscales y la rentabilidad del capital. En resumen, quiere transformar el banco central de ser un “extintor de la inflación” a un “impulsor de la política fiscal”.
Si repasas su currículum, tiene suficientes puntos polémicos como para montar un monólogo de comedia. Aquél famoso libro suyo, “Dow 36,000”, lo promocionó a bombo y platillo, pero al explotar la burbuja de internet, su predicción se pospuso más de veinte años. Lo de sus modelos matemáticos al principio de la pandemia fue aún más surrealista: prometió con total seguridad que las muertes se reducirían a cero en mayo, pero la realidad le dio un bofetón y más de un millón de vidas terminaron siendo un “error estadístico”.
Si de verdad toma el mando, los mercados tendrán que prepararse para tres cosas: Primero, aunque la inflación suba al 3%, es posible que no haga nada, porque “el progreso tecnológico puede absorber los costes”; Segundo, los consejos de los economistas con doctorado seguramente pasarán a un segundo plano y el círculo de toma de decisiones será muy “reducido”; Tercero, los operadores de bonos van a perder el sueño: si el mercado sospecha que la inflación se descontrola, los rendimientos de los bonos a largo plazo pueden dispararse en cualquier momento.
Esto no es un simple cambio de personal, es una edición genética del ADN de la Reserva Federal. ¿Cómo creéis que acabará este guion? ¿Veremos por fin ese mítico Dow Jones en 36.000 puntos, o antes volará por los aires el mercado de renta fija?
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La Reserva Federal podría estar a punto de recibir al presidente más "rebelde" de su historia.
Si el nombre de Kevin Hassett termina ocupando ese asiento, es posible que haya que reescribir las reglas del juego para los bancos centrales de todo el mundo: la lógica económica de este tipo va en una línea completamente paralela a la de la Reserva Federal tradicional. Mientras otros vigilan los datos del IPC para ajustar los tipos de interés, él solo tiene ojos para los incentivos fiscales y la rentabilidad del capital. En resumen, quiere transformar el banco central de ser un “extintor de la inflación” a un “impulsor de la política fiscal”.
Si repasas su currículum, tiene suficientes puntos polémicos como para montar un monólogo de comedia. Aquél famoso libro suyo, “Dow 36,000”, lo promocionó a bombo y platillo, pero al explotar la burbuja de internet, su predicción se pospuso más de veinte años. Lo de sus modelos matemáticos al principio de la pandemia fue aún más surrealista: prometió con total seguridad que las muertes se reducirían a cero en mayo, pero la realidad le dio un bofetón y más de un millón de vidas terminaron siendo un “error estadístico”.
Si de verdad toma el mando, los mercados tendrán que prepararse para tres cosas:
Primero, aunque la inflación suba al 3%, es posible que no haga nada, porque “el progreso tecnológico puede absorber los costes”;
Segundo, los consejos de los economistas con doctorado seguramente pasarán a un segundo plano y el círculo de toma de decisiones será muy “reducido”;
Tercero, los operadores de bonos van a perder el sueño: si el mercado sospecha que la inflación se descontrola, los rendimientos de los bonos a largo plazo pueden dispararse en cualquier momento.
Esto no es un simple cambio de personal, es una edición genética del ADN de la Reserva Federal. ¿Cómo creéis que acabará este guion? ¿Veremos por fin ese mítico Dow Jones en 36.000 puntos, o antes volará por los aires el mercado de renta fija?