Esta serie de operaciones ni yo mismo me la creo.

En solo tres días, la cuenta pasó de 7.700 U a 320.000 U. Cuando reviso el historial de operaciones, siento que estoy viendo la cuenta de otra persona.

Todo empezó el día 6 del mes pasado: puse una orden larga en 3,309—en ese momento solo pensé que el análisis técnico tenía buena pinta, no le di muchas vueltas. Pero esa moneda se disparó como si le hubieran inyectado adrenalina y el precio empezó a subir sin parar. Yo no despegaba la vista de las velas, con las manos sudando, aguantando hasta cerrar la posición en 8,789. Esa operación me reportó 20.000 U.

Después de saborear el éxito, al día siguiente volví a entrar. Abrí posición en 9,926 y, cuando subió hasta cerca de 19,9, decidí asegurar ganancias; esta vez gané directamente 250.000 U. En ese momento, pensé que ya era hora de parar, pero viendo cómo se movía el mercado, abrí una posición corta en el nivel de 20—ahora, al recordarlo, todavía me da miedo.

Esa gran vela bajista de madrugada hizo que el precio se desplomara hasta 8,66. Cuando vi que la cuenta mostraba unas ganancias flotantes de 43.299 U, me quedé completamente en shock. Es difícil describir esa sensación, una mezcla de emoción y de irrealidad.

Ahora, repasándolo todo con la cabeza fría, reconozco que la suerte ha tenido un papel fundamental. El mercado cambia en un instante: hoy ganas, mañana puede ser otra historia. Pero esta experiencia de tres días me ha hecho redescubrir la fuerza explosiva de este mercado.

Últimamente he detectado nuevas señales de oportunidad. Mejor avanzar con cautela.