Cada vez que un nuevo proyecto obtiene el reconocimiento de los reguladores, en el sector siempre se especula sobre quién será el siguiente; sinceramente, este juego ya ha perdido la gracia. En lugar de centrarnos en quién consigue el "sello de aprobación", ¿por qué no plantearnos la cuestión de fondo? Al fin y al cabo, la verdadera intención de la regulación no es otra que redirigir los recursos hacia quienes realmente crean valor.

Si lo miramos desde otra perspectiva, ¿qué tipo de innovación es capaz de superar los ciclos e incluso ganarse el reconocimiento del mundo tradicional? De hecho, ya hay quienes han dado ejemplo. La tecnología debería emplearse para resolver problemas reales, como la educación. Proyectos como Giggle Academy han brindado a más de 90.000 niños la oportunidad de aprender de forma gratuita; esto pesa más que el whitepaper más extenso.

Pero no basta con tener ideales, hace falta que alguien los lleve a la práctica. Lo que realmente inspira es ver a miembros de la comunidad asumir las tareas más duras y pesadas, sentados en el banquillo frío: llevando tabletas y materiales educativos a niños de Pakistán o Hebei. Eso es precisamente lo que Max_Charity y su equipo están haciendo. Mientras los reguladores debaten sobre la "conformidad", estas personas ya están redefiniendo el significado de "valor". Quizá esta sea la historia de innovación más digna de contar en el mundo cripto.