La cadena de bloques es como un contable perfeccionista: ejecuta las reglas sin tolerancia al error, lleva los libros sin equivocaciones y cada transacción queda grabada en el registro. Pero aquí surge el problema: estos “señores de la contabilidad” son islas de información, ciegos ante el mundo exterior a la cadena.

Esta es una de las crisis subestimadas del mundo cripto: los contratos inteligentes pueden activar automáticamente la devolución de un préstamo, pero no tienen ni idea de si la garantía del prestatario (por ejemplo, una propiedad tokenizada) acaba de desplomarse un 50%. Por muy inteligentes que sean los códigos en la cadena, no pueden acceder a precios reales fuera de la cadena, ni a datos meteorológicos, ni a resultados deportivos.

APRO no pretende ser otro proyecto con el reclamo de “alimentar precios súper rápidos”. Lo que quiere es abordar el viejo y difícil problema de los oráculos: cómo lograr que la cadena de bloques pueda “ver” el mundo real de forma fiable y no alimentarse de datos manipulados. Si DeFi quiere implantarse de verdad, este vacío de infraestructura debe cubrirse.